Invitación al suicidio moral
Por: Nelson Manrique
La agresión sufrida por el periodista Jaime de Althaus a la salida de su programa debe ser condenada sin atenuantes como una manifestación de intolerancia repudiable que perjudica en primer lugar a aquel que los perpetradores de este hecho proclaman defender.
A menos de un mes de las elecciones las encuestas muestran un empate técnico entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori. Humala está estancado, mientras que Fujimori viene creciendo, especialmente en Lima, entre los jóvenes y las mujeres. El crecimiento de Fujimori muestra que viene logrando convencer a los votantes de los sectores modernos de que un eventual gobierno suyo les ofrecería mayores garantías de estabilidad. Se trata de sectores sociales que han visto mejorar su situación socioeconómica durante la última década gracias a la prosperidad generada por los elevados precios de las materias primas que el Perú exporta y que temen perder lo ganado.
La tremenda campaña de miedo desarrollada por los grupos de poder económico a través de los medios que controlan, anunciando un futuro apocalíptico si Humala es elegido, viene llevando, como certeramente ha anotado Jorge Bruce, a un adormecimiento de la conciencia moral de sectores de clase media ilustrada que normalmente condenarían los atropellos cometidos por el fujimorismo contra los DDHH durante los años 90, la corrupción, el latrocinio generalizado y la destrucción de las instituciones democráticas. Pero el cargamontón mediático ha tenido efecto y estos sectores sociales temen que un gobierno nacionalista haga peligrar su situación. A esto se suma la sostenida campaña de diversos voceros de los grupos de poder para dorar la píldora invitando a los ciudadanos mejor informados –que precisamente por ese hecho tienen una mayor responsabilidad– a cometer un suicidio moral respaldando al mismo régimen culpable de la peor crisis moral de la historia del Perú.
La estrategia utilizada busca mostrar a la señora Fujimori como distinta y separada de su padre. Una estrategia que silencia la obvia responsabilidad que le cabe en las acciones del gobierno del que ella fue Primera Dama, luego de que usurpara el puesto que le correspondía a su madre, Susana Higuchi, avalando el secuestro y los maltratos de los que fue víctima. Se silencia sus reiteradas promesas de liberar a Alberto Fujimori en cuanto llegue al poder, proclamando que su gobierno fue el mejor de la historia del Perú.
Fernando Rospigliosi, hasta ayer uno de los más acérrimos críticos del fujimorismo y hoy uno de los promotores de su candidatura, sostiene que, en tanto Montesinos está en prisión y Keiko no va a poder disponer de sus servicios, no hay peligro de que se repitan los hechos del 90, lo cual es una especie de premio consuelo para quienes decidan abdicar de su responsabilidad moral. Lo cierto es que el fujimorismo hoy es una organización política como no lo fue en los años 90. La prisión de Alberto Fujimori permitió lograr algo que su personalismo había impedido: crear un verdadero aparato político, sostenido con muchísimo dinero, con dirigentes experimentados, cuadros y estructura orgánica y que hoy es apoyado por la derecha económica y sus medios de comunicación, dispuestos a avalar la impunidad con tal de salvaguardar sus intereses.
Esta maquinaria partidaria es dirigida por los responsables de los atropellos de los 90: los Fujimori, Martha Chávez, Luz Salgado, Jaime Yoshiyama, los Trelles, Aguinaga, Morelli, etc., los ejecutores y los cómplices del robo de más de 6.000 millones de dólares, de la esterilización forzada de 300.000 mujeres pobres, de la corrupción y envilecimiento de todos los aparatos de gobierno, del PJ, las FFAA, etc. Si en un país económicamente destruido pudieron saquear el Estado, es fácil imaginar qué sucederá si llegan al poder ahora que las arcas fiscales están llenas.
Según Ipsos/Apoyo, Fujimori le lleva 16 puntos de ventaja a Humala en intención de voto entre las mujeres. Hay aquí una evidente debilidad en la campaña electoral de Humala: la ausencia de mujeres capaces de defender y desarrollar públicamente las propuestas del nacionalismo. No basta poner a Nadine Heredia como elemento decorativo.
La República, 10/05/2011 - www.nelson.manrique.com