A propósito de la propuesta de candidatura presidencial del ex sacerdote cajamarquino Marco Arana Zegarra
Por: Fernando Gutiérrez
Marco Arana es guía espiritual de pueblos rurales del norte del Perú y reconocido defensor ambientalista en Cajamarca y otras regiones, e incluso en otros países. Su mensaje social se puede resumir en una frase que expresa el contenido ecologista y humano de la encíclica papal Laudato Si’: “Escuchar el clamor de la tierra y de los pobres”.
En efecto, la trayectoria de vida de Marco Arana, a quien muchos llaman todavía “Padre Arana”, está llena de acciones en defensa de los recursos de vida de los pueblos afectados por los negocios mineros, petroleros, monocultivos y otros proyectos económicos altamente destructivos y contaminantes que se instalan en los territorios de pueblos originarios, campesinos y de población pobre en los Andes y la Amazonía.
Estigmatizado por gobernantes, políticos y medios de comunicación apostillados al poder de las corporaciones extractivistas, Marco Arana se puede sentir ahora reivindicado y hasta cierto punto respaldado, en forma directa, por las palabras que nos dejó el Papa Francisco I durante su reciente peregrinaje por Ecuador, Bolivia y Paraguay.
La amenaza de un desastre ecológico mundial a causa de la sobre explotación de la Madre Tierra y las consecuencias de sufrimiento y pérdidas que vienen padeciendo las culturas humanas, en particular los más excluidos, son el principal motivo de la Encíclica Laudato Si’ (“Alabado Seas”) que el Papa Francisco I dio a conocer en junio de 2015, llamando a enfrentar, juntos, el reto de cambiar el modelo de progreso, dejar atrás el crecimiento ilimitado y el consumismo, y ayudar a las naciones pobres a desarrollarse para lograr una mejor calidad de vida.
“Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos” (Laudato Si’, p. 13).
“La humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo, para combatir este calentamiento o, al menos, las causas humanas que lo producen o acentúan” (p. 21).
Mil doscientos millones de fieles católicos tienen ante sí una tarea inmensa y urgente, convocados por el Santo Padre; sin embargo, el reto es para todos los seres humanos y en especial para aquellos pueblos y gobiernos de sociedades ricas, a quienes el Papa invoca a extender la mano solidaria reduciendo su nivel consumo y, al mismo tiempo, transferir recursos a los países más afectados por el cambio climático.
“…si bien esta encíclica se abre a un diálogo con todos, para buscar juntos caminos de liberación, quiero mostrar desde el comienzo cómo las convicciones de la fe ofrecen a los cristianos, y en parte también a otros creyentes, grandes motivaciones para el cuidado de la naturaleza y de los hermanos y hermanas más frágiles...” (p. 50).
La encíclica papal reconoce y saluda el esfuerzo de científicos y ecologistas que dieron las primeras alarmas sobre el calentamiento global, la extinción de especies y la depredación de bosques y fuentes de agua, que ponen en riesgo la continuidad de la civilización humana.
“El movimiento ecológico mundial ya ha recorrido un largo y rico camino, y ha generado numerosas agrupaciones ciudadanas que ayudaron a la concientización. Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no solo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás” (p. 13).
Asimismo, resalta la acción de pueblos y ciudadanos más pobres que se movilizan para proteger sus fuentes de vida en los territorios que ocupan.
“Merecen una gratitud especial quienes luchan con vigor para resolver las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental en las vidas de los más pobres del mundo” (p. 12).
El cambio climático, producto de la excesiva y descontrolada emisión de dióxido de carbono, metano y ozono, que está elevando la temperatura promedio de la Tierra (calentamiento global), es el resultado de un patrón energético que la encíclica papal señala con suma claridad e invoca su reemplazo para evitar la masiva destrucción de ecosistemas.
“El cambio climático es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad” (p. 22).
“Esto se ve potenciado especialmente por el patrón de desarrollo basado en el uso intensivo de combustibles fósiles, que hace al corazón del sistema energético mundial” (p. 21).
“Si la actual tendencia continúa, este siglo podría ser testigo de cambios climáticos inauditos y de una destrucción sin precedentes de los ecosistemas, con graves consecuencias para todos nosotros” (p. 22).
Laudato Si’ está llena de ideas fuerza que los ecologistas y comunicadores deberíamos tomar como herramientas de educación de los pueblos y la ciudadanía, así como en labores de incidencia política sobre autoridades, empresarios y gremios con capacidad de tomar decisiones frente a la producción, los programas económicos, el calentamiento global y sus consecuencias. Dejo aquí algunas más:
“Pero hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (p. 39).
“Conocemos bien la imposibilidad de sostener el actual nivel de consumo de los países más desarrollados y de los sectores más ricos de las sociedades, donde el hábito de gastar y tirar alcanza niveles inauditos. Ya se han rebasado ciertos límites máximos de explotación del planeta, sin que hayamos resuelto el problema de la pobreza” (p. 25).
“El cuidado de los ecosistemas supone una mirada que vaya más allá de lo inmediato, porque cuando solo se busca un rédito económico rápido y fácil, a nadie le interesa realmente su preservación” (p. 30).
Julio 2015
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