Carta a nuestr@s compañer@s del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional
Por: Sergio
Rodríguez Lascano
Compañer@s:
Hace
casi 20 años, nos despertamos con la noticia de que los indígenas mayas del
estado de Chiapas se habían levantado en armas en contra del mal gobierno del
inefable Carlos Salinas de Gortari. A partir de ahí, grandes movilizaciones y
un diálogo no siempre fácil se desarrolló con el Ejército Zapatista de
Liberación Nacional.
De
manera fundamental, una nueva generación salió entonces a las calles y se
identificó con la rebeldía zapatista. Fueron ell@s los que marcaron una buena
parte de las movilizaciones que se desarrollaron en esa primera fase de la
lucha zapatista.
La
insurrección zapatista del 1 de enero había cimbrado la conciencia nacional.
Efectivamente, como dijo José Emilio Pacheco:
"Cerramos los
ojos para suponer que el otro México desaparecería al no verlo. El primero de
enero de 1994 despertamos en otro país. El día que íbamos a celebrar nuestra entrada
en el primer mundo retrocedimos un siglo hasta encontrarnos de nuevo con una
rebelión como la de Tomochic. Creímos y quisimos ser norteamericanos y nos
salió al paso nuestro destino centroamericano. La sangre derramada clama poner
fin a la matanza. No se puede acabar con la violencia de los sublevados si no
se acaba con la violencia de los opresores".
(José
Emilio Pacheco, La jornada, 5 de enero).
La
izquierda mexicana y mundial se encontraba en ese momento en un aparente
callejón sin salida. El 11 de noviembre de 1989, comenzaron a caer, como pinos
de boliche, las llamadas “democracias populares” (República Democrática de Alemania,
Checoeslovaquia, Hungría, Bulgaria, Polonia, Rumania, Albania). En 1991, la
Unión de República Socialistas Soviéticas se “desmerengó” y, más allá de lo que
cada quien pensábamos de ese proceso, lo que no se puede negar es que, en la
práctica, su derrumbe abrió paso a la llegada de un capitalismo salvaje
dirigido por una mafia criminal.
En
América Latina, el 25 de febrero de 1990, los sandinistas pierden las
elecciones y se inicia no sólo el proceso de despojo en contra de los
campesinos nicaragüenses, lo mismo que el final del cooperativismo, sino que
también se desarrolla una dinámica de corrupción entre los dirigentes sandinistas.
Todavía pesaba que uno de los fundadores del sandinismo y figura emblemática de
la revolución, Tomás Borge, hubiera realizado un libro-alabanza-libelo —disfrazado de entrevista a Carlos Salinas de
Gortari— titulado “Dilemas de la
modernidad”.
El
16 de enero de 1992, se firman los acuerdos de Chapultepec que ponen fin a la
guerra en El Salvador, sin que una serie de demandas centrales del pueblo pobre
se hayan conquistado, en especial, el derecho a la tierra. En medio de ese
proceso, el señor Joaquín Villalobos (“dirigente” del FMLN), quien ya cargaba
sobre sus hombros la terrible decisión de matar al gran poeta Roque Dalton, le
entrega su AK-47 a Carlos Salinas de Gortari.
Después
de esto, se buscó ubicar todo en el marco institucional, de la democracia
representativa.Todos abogaban por una izquierda que se limitara a ser cliente
respondón del Estado capitalista.
En
medio de la euforia anticomunista y de los coloquios en los que se pregonaba el
fin de la historia y la llegada de un nuevo orden mundial, alguien describió
bien la época que vivíamos e hizo una afirmación que le dio sentido a nuestra
necedad: Eduardo Galeano, quien escribió un texto memorable:
“En Bucarest, una
grúa se lleva la estatua de Lenin. En Moscú, una multitud ávida hace cola a las
puertas de McDonald's. El abominable muro de Berlín se vende en pedacitos, y
Berlín Este confirma que está ubicado a la derecha de Berlín Oeste. En Varsovia
y en Budapest, los ministros de Economía hablan igualito que Margaret Thatcher.
En Pekín también, mientras los carros de combate aplastan a los estudiantes. El
Partido Comunista Italiano, el más numeroso de Occidente, anuncia su próximo
suicidio. Se reduce la ayuda soviética a Etiopía y el coronel Mengistu descubre
súbitamente que el capitalismo es bueno. Los sandinistas, protagonistas de la
revolución más linda del mundo, pierden las elecciones: Cae la revolución en
Nicaragua, titulan los diarios.Parece que ya no hay sitio para las
revoluciones, como no sea en las vitrinas del Museo Arqueológico, ni hay lugar
para la izquierda, salvo para la izquierda arrepentida que acepta sentarse a la
diestra de los banqueros. Estamos todos invitados al entierro mundial del
socialismo. El cortejo fúnebre abarca, según dicen, a la humanidad entera.
Yo confieso que no me
lo creo. Estos funerales se han equivocado de muerto”.
(Eduardo Galeano: El niño perdido a la
intemperie).
La
insurrección zapatista del 1 de enero abrió un nuevo ciclo de confrontaciones
sociales. La capacidad de trasmitir su mensaje, que era y es el de los condenados de la tierra, abrió una
brecha para poder re-andar el camino en la búsqueda de una práctica emancipadora.
El
pensamiento libertario zapatista abrió un gran hoyo en el aparentemente sólido
edificio ideológico del poder del capital, y permitió que por ahí se expresaran
viejas buenas ideas y nuevas buenas ideas.
En
medio de la mayor euforia de la clase dominante; cuando se levantaban las copas
de champagne para brindar por nuestro ingreso al primer mundo (el 1 de enero
entraría en vigor el Tratado de Libre Comercio); cuando el priísmo estaba más
seguro, en tanto había logrado "destapar" a su candidato sin que se
dieran grandes fisuras en su interior; cuando las 15 familias más ricas del
país festejaban la capacidad que habían tenido los mecanismos de control para
dominar a los "jodidos" (como le gusta decir de los pobres, al zar de
la televisión privada: Emilio Azcárraga Milmo); se dio el levantamiento de los
pueblos zapatistas. Escogieron esa fecha como para demostrar que la memoria no
había sido derrotada por una modernidad excluyente.
Ni
el gobierno y los partidos de derecha, ni la izquierda o los sectores
democráticos, teníamos la menor idea de que algo semejante iba a suceder. Sabíamos
del rencor que se venía agolpando en el pecho de una manera soterrada, pero no
pensábamos que se podría expresar de esta manera.
Empezamos
a tratar de comprender. Por supuesto, no sólo no siempre entendíamos a
cabalidad el conjunto de la nueva gramática de la rebeldía zapatista, sino que
muchas ideas nos eran ajenas y, muchas
veces, las malinterpretamos.
Lo
más importante es que el 1 de enero fue una bocanada de aire fresco. Salimos a
las calles no sólo para exigirle al gobierno parar la guerra, sino para
evidenciar que todos los cantos al fin de la historia eran, antes que nada,
vacíos discursos ideológicos.
La
idea de que NO todo estaba perdido fue clave para comprender que, al final, esa
rebelión no era sino una grieta por donde podíamos ver que todavía había muchas
luchas por delante. Que la historia no sólo no había terminado, sino que era,
todavía, una-muchas páginas en blanco.
Ahora
podemos agregar que, para nosotros, la insurrección zapatista no es una
efeméride, un evento que corre el peligro de ser deglutido por el carácter
omnívoro del capitalismo. Que, a pesar de los intentos llevados a cabo por los
medios de comunicación, el zapatismo no forma parte de la sociedad del
espectáculo.
El
zapatismo ha sido un proceso, efectivamente, lleno de varios momentos luminosos
pero, antes que nada, ha sido un proceso ininterrumpido de luchas, acciones,
experiencias que, encadenadas entre sí, han constituido una nueva práctica de
la izquierda de abajo.
Entonces,
a pesar de las veces que los comentaristas y analistas —que confunden su
ilusión con la realidad— han dado por muerto al zapatismo, éste no sólo ha
continuado sino que ha ido generando nuevos procesos sociales.
A
lo interno, con el desarrollo de la autonomía (auténtico proceso de
auto-organización sin paralelo en la historia, por lo menos de manera tan profunda
y prolongada) y la construcción de nuevas relaciones sociales, es decir, de nuevas
formas de vida. Y hacia afuera, al no buscar hegemonizar u homogeneizar ni
dirigir a otros movimientos sociales.
Ubicándose
siempre al lado de los perseguidos, humillados y ofendidos, en especial, de los
más perseguidos, más humillados y más ofendidos.
No
en función de la defensa en abstracto de la patria o de la nación, sino en
función de los seres humanos que,viviendo abajo y más abajo, son considerados
como prescindibles o como simple carne de cañón que no merece ninguna otra cosa
que ir atrás de sus dirigentes siempre tan dispuestos a decirles cuándo
levantar la mano. Esos seres humanos que son la esencia fundamental de la
patria o de la nación.
Si
alguien le preguntara a un zapatista: ¿Cuáles han sido tus mejores años? Éste
contestaría: “los que vendrán”. Porque algunas de las cosas más importantes que
nos ha mostrado el zapatismo es su permanente voluntad de lucha, su capacidad
organizativa y su convicción —a prueba de todo, incluso de la incomprensión de
much@s— de que vamos a ganar.
Si
la rebeldía zapatista —de la cual queremos ser cómplices— no es una fecha, ni
un cumpleaños, ni un acontecimiento, ni algo petrificado, dogmático o terminado,
entonces, es algo que se arma, se construye, se cimienta todos los días.
Si
otros quieren darse por derrotados porque consideran que ya se perdió “la madre
de todas las batallas”, ése es su derecho. Nosotr@s preferimos la visión de
que, como decían los estudiantes franceses del mayo de 1968: “esto no es más
que el inicio, el combate continúa”.
Mucha
agua ha corrido bajo el puente desde el 1 de enero de 1994. Y muchos los
ataques de los señores del dinero, la clase política y sus palafreneros,
“intelectuales” de pacotilla que desde el primer día fueron contratados para
una misión imposible: denigrar con cierta credibilidad a los pueblos zapatistas
y a su ejército. Las plumas verde olivo se ofrecieron al mejor postor, desde el
líbelo Nexos hasta lo que hoy es su espejo: el diario La Razón. Todos ellos han
acogido a varios tinterillos proclives a exhibirse como lo que son: mercenarios que escriben con
la mano derecha y cobran con la izquierda.
El
impulso vital que venía de abajo fue escuchado y entendido sólo por una parte
de toda la izquierda mexicana. La que no sufre de esa enfermedad del cuello que
es la tortícolis, producto de tener la cabeza y la mirada siempre volteando
hacia arriba, suspirando por un poder que —aunque nadie de ellos se ha dado
cuenta— ya no existe, que es un holograma.
Por
nuestro lado, los que mantuvimos el planteamiento rebelde de la Otra Izquierda
decidimos, con la ayuda del ejemplo de los pueblos zapatistas, mantenernos
abajo y a la izquierda. Empeñados en construir otra realidad, donde los
mecanismos comunitarios de auto-organización sean el motor de las
transformaciones prácticas y teóricas. Al lado de quienes viven en los sótanos
y la planta baja del edificio capitalista.
Para
lograr esa construcción fue necesario estar dispuest@s a reaprender muchas
cosas, como lo veremos más adelante.
********
En
ese proceso en el que “el educador debe ser educado” reaprender ha sido
fundamental.
Desde
luego, el camino no ha sido fácil. Varios paradigmas teóricos del pensamiento
de izquierda fueron puestos en cuestión:
a)
La idea de una vanguardia que dirige
desde el exterior al movimiento social.
b)
La idea de que la teoría es algo
exclusivo de los pensadores universitarios.
c)
La idea de que la clase obrera es la
única clase revolucionaria.
d)
La idea de que lo que importa en el
concepto lucha de clases, es el segundo elemento y no el primero.
e)
La idea de que la diversidad y la
diferencia es un estorbo para luchar juntos.
f)
La idea de que el Estado es el único
instrumento que se puede utilizar para cambiar de manera duradera las
condiciones de vida y la organización social del pueblo.
g)
La idea de que luchamos por una
revolución socialista a la que se le debe firmar un cheque en blanco, dejando
de lado las mal llamadas luchas minoritarias (indígenas, mujeres, homosexuales,
lesbianas, otros amores, punks, etcétera).
h)
La idea de la izquierda —que también
tiene un pensamiento único— de que quien no cuadre en su visión es un enemigo.
Frente
a esa crisis de paradigmas hemos comenzado a construir un pensamiento muy Otro.
Lo primero ha sido romper con esa visión de que la política es una tarea que
únicamente pueden acometer los especialistas. Que se trata de un discurso lleno
de secretos arcanos no apto para la población en general.
Descubrimos
poco a poco que existe otra teoría: la que nace del seno de los movimientos de
verdad, aquéllos que no son golondrinas que no hacen verano. Que es ahí en las
comunidades, los barrios, los ejidos, los pueblos, donde la gente comienza a
reflexionar sobre el significado de tomar en sus manos el control de sus
destinos y, a partir de ahí, a elaborar una teoría producida por ella misma.
Esa
irrupción de los “peatones de la historia”, como dicen los compañeros
zapatistas, ha puesto en crisis a más de uno de los que se piensan a sí mismos
como los poseedores del pensamiento político, de los que tienen “respuestas”
para todo lo que pasa en el mundo, producto de una lectura profunda… de los periódicos.
Desde luego, como siempre sucede, ningún pueblo les hace caso.
Las
y los indocumentados de la política, los que no tienen papeles ni títulos
universitarios son los que, desde hace ya varios años, están haciendo la
verdadera teoría política.
La
gran pregunta para los que se reivindican como organizaciones de vanguardia y
para los que se consideran “formadores de opinión” es saber si van a tener la
modestia de escuchar esas voces. Si van a ser capaces de bajar el volumen del
estruendo que producen sus teorías, casi siempre producto de diseños
analógicos, que son válidas para cualquier momento de la historia, es decir,
para ninguno.
Aprender
a escuchar solamente se logra cuando uno se calla. ¿Será posible que después de
tantos años de hablar, la izquierda tenga la capacidad para callarse y
escuchar? Las voces que vienen de abajo, aunque de pocos decibeles, son claras
y nítidas. Solamente es indispensable inclinarse un poco y prestar atención.
Y,
entonces, nos daremos cuenta que desde lo más profundo de la sociedad mexicana,
cual torrente, están brotando tal nivel de ideas y pensamientos como los que
hoy vemos en la Escuelita Zapatista. Si aguzamos el oído para mirar tendremos
que reconocer que sí, es cierto, las nuevas generaciones de zapatistas son
mucho más lúcidas y capaces que aquéllas que hicieron la insurrección. Las
múltiples voces de las bases de apoyo zapatistas nos confirman que, a pesar del
importante esfuerzo de su jefe militar y vocero, sólo logró trasmitirnos un
pálido reflejo de lo que estaba pasando en territorio zapatista.
La
riqueza de esa experiencia nos ha dado nuevas herramientas prácticas y
teóricas. Es responsabilidad nuestra que su uso sea fructífero. Sabemos que
no ha sido fácil, y estamos lejos de haberlo logrado, pero lo estamos
intentando, realmente intentándolo. Y hoy podemos decir que aquí estamos.
Que
no nos rendimos, que no nos vendemos, que no renegamos. Que, sin duda, nos
hemos equivocado, pero hemos logrado preservar el fuego y separar la ceniza.
Que ese fuego es hoy apenas un llama, a lo mejor una llamita, pero que todos
los días es alimentado con dos cosas: las acciones destructivas de un poder neoliberal
excluyente y rapaz que nos obliga a mantenernos en el imperativo categórico de
eliminarlo, y la voluntad inquebrantable de lo que somos.
Todos
los días con nuestra práctica y pensamiento velamos esa llama o llamita, que
representa nuestra voluntad de luchar en contra de la explotación, el despojo,
la represión y el desprecio, es decir, en contra de la esencia del capitalismo.
Que
hacemos nuestras las siguientes palabras, que ustedes pronunciaron en el
festival de la Digna Rabia:
“Permítanos
contarles: El EZLN tuvo la tentación de la hegemonía y la homogeneidad. No sólo
después del alzamiento, también antes. Hubo la tentación de imponer modos e
identidades. De que el zapatismo fuera la única verdad. Y fueron los pueblos
los que lo impidieron primero, y luego nos enseñaron que no es así, que no es
por ahí. Que no podíamos suplir un dominio con otro y que debíamos convencer y
no vencer a quienes eran y son como nosotros pero no son nosotros. Nos
enseñaron que hay muchos mundos y que es posible y necesario el respeto mutuo…
“Y entonces lo que
queremos decirles es que esta pluralidad tan la misma en la rabia, y tan
diferente en sentirla, es el rumbo y el destino que nosotros queremos y les
proponemos…
“No todos somos
zapatistas (cosa que en algunos casos celebramos). Tampoco somos todos
comunistas, socialistas, anarquistas, libertarios, punks, skatos, darks, y como
cada quien nombre su diferencia…”.
(Fragmentos
del discurso del Subcomandante Insurgente Marcos: “Siete vientos en los calendarios
y geografías de abajo”).
Esa
concepción nos interpela para ir formulando una respuesta. A continuación
daremos unas ideas, que desde luego solamente son una reflexión inicial.
********
“En la Sexta no
decimos que todos los pueblos indios se entren al EZLN, ni decimos que vamos a
dirigir obreros, estudiantes, campesinos, jóvenes, mujeres, otros, otras,
otroas. Decimos que cada quien tiene su espacio, su historia, su lucha, su
sueño, su proporcionalidad. Y decimos que entonces echemos trato para luchar
juntos por el todo y por lo de cada quien y cada cual. Por echar trato entre
nuestras respectivas proporcionalidades y el país que resulte, el mundo que se
logre esté formado por los sueños de todos y cada uno de los desposeídos.
“Que ese mundo sea
tan abigarrado, que no quepan las pesadillas que vivimos ninguno, ninguna,
ningunoa, de abajo.
“Nos preocupa que en
ese mundo parido por tanta lucha y tanta rabia se siga viendo a la mujer con
todas las variantes de desprecio que la sociedad patriarcal ha impuesto; que se
siga viendo como raros o enfermos o enfermoas y raroas a las diversas
preferencias sexuales; que se siga asumiendo que la juventud debe ser
domesticada, es decir, obligada a “madurar”; que los indígenas sigamos siendo
despreciados y humillados o, en el mejor de los casos, enfrentados como los
buenos salvajes a los que hay que civilizar.
“Vaya, nos preocupa
que ese nuevo mundo no vaya a ser un clon del actual, o un transgénico o una fotocopia
del que hoy nos horroriza y repudiamos. Nos preocupa, pues, que en ese mundo no
haya democracia, ni justicia, ni libertad”.
“Entonces les
queremos decir, pedir, que no hagamos de nuestra fuerza una debilidad. El ser
tantos y tan diferentes nos permitirá sobrevivir a la catástrofe que se
avecina, y nos permitirá levantar algo nuevo. Les queremos decir, pedir, que
eso nuevo sea también diferente”.
(Fragmentos
del discurso del Subcomandante Insurgente Marcos: “Siete vientos en los
calendarios y geografías de abajo”).
¿Qué
escribiríamos si hoy tuviéramos la pretensión de decir qué es lo que nos
muestra la experiencia zapatista?
Cada
vez que un hombre, una mujer, un niño o un anciano base de apoyo zapatista
habla de su lucha, de su autonomía, de su resistencia hay una palabra que se
repite con insistencia: organización. Pero ¿Cómo llegar a ella? El problema no
se resuelve utilizando la palabra como una especie de “ábrete sésamo”, buena
para todo.
Tampoco
se puede simplemente elevar a modelo lo que ellos mismos nos dicen que no es un
modelo. Que ellos lo han hecho así, pero que otros modos habrá.
Si
rechazamos el pensamiento único de la derecha, es imposible pensar que ahora
vamos a implantar una especie de pensamiento único de la izquierda de abajo.
No,
de lo que se trata es de aprender de las experiencias diarias que vamos
trabajando. Y esas experiencias aunque semejantes no serán iguales. Pero, ¿habría
algo que nos permitiera orientarnos en ese sinuoso camino?
Sí,
hay varias cosas, por lo menos eso creemos nosotr@s.
a)
Ubicarnos siempre al lado de los
condenados de la tierra.
b)
No mirar para arriba, pero tampoco para
abajo. Buscar siempre echar miradas de complicidad a los lados, es decir adonde
pertenecemos, a abajo.
c)
Privilegiar la escucha al discurso. Dar
oportunidad a que el abajo hable y nos diga lo que él sabe.
d)
Entender que es inevitable que desde el
poder y sus medios se van a realizar labores de linchamiento en contra de
aquellos otr@s que desentonan, que no se cuadran ni cuadran: en contra de los
rebeldes.
e)
Rehuir la tentación de dirigir los
movimientos. Esto siempre provoca vértigo. Siempre surge la pregunta de cómo se
van a expresar los que luchan, la población que abajo habita, si no hay quien les
dirija. Pues la respuesta siendo sencilla tiene una gran complejidad aceptarla:
por ellos mismos.
f)
Respetar las formas organizativas que
cada quien se dé, aunque nos parezcan tortuosas y desesperadamente lentas. Cada
quien su modo.
g)
No perseguir las coyunturas que de
arriba nos imponen, sino trabajar para crear nuestras propias coyunturas. Mover
el tablero de la política quiere decir no respetar las reglas de lo
“políticamente correcto”. Aspiramos a ser “políticamente incorrectos”.
h)
Trabajar y construir en la diferencia. Generando
espacios habitables donde las mujeres no sean hostigadas por el simple hecho de
ser mujeres. Donde se acepte las diversas preferencias sexuales. Donde no se
imponga una religión pero tampoco el ateísmo. Donde se promueva el encuentro de
los diversos, de los otr@s.
i)
Donde no nos auto limitemos porque la
polis es mucho más complicada que la selva. Muchos han dicho que los zapatistas
pueden hacer lo que hacen porque su sociedad no es compleja. Pero que en las
grandes urbes vivimos una sociedad compleja que impide la posibilidad de que la
gente tome el control de su destino. Eso ha sido teorizado, tanto desde la
derecha como en la izquierda. Este “argumento” contiene dos estupideces: pensar
que los pueblos zapatistas conforman una sociedad simple. Quien dice eso nunca
ha pisado territorio zapatista, donde casi cada compañer@ es un municipio
autónomo. Simplemente hay que recordar que en una Junta de Buen Gobierno
conviven compañer@s que hablan hasta cuatro idiomas diferentes. La otra
estupidez es achicar a los pueblos de las grandes ciudades y expropiarles su
capacidad de decisión, por un problema técnico: la dificultad en la
comunicación. Digo, esos mismos son los que cantan las glorias del Internet y
las redes sociales.
En
fin, éstas son solamente algunas ideas. Ni son todas y muy probablemente no
sean las mejores.
La
cuestión es que si como dicen algunos: la historia nos muerde la nuca, debemos
voltearnos y comerle la nuca a la historia. Claro, todo esto hecho con gran
serenidad y paciencia.
En
ese proceso surgirán muchas experiencias de las cuales aprender. Aquí sí que “florecerán
cien flores”, que representen cien o más formas de organización diversa. No hay
límites más que los que nos pongamos nosotros mismos.
En
las palabras que recordamos de l@s compañer@s del EZLN durante el festival de
la Digna Rabia, se ubica lo fundamental de lo que sería la nueva buena nueva:
Sí, es verdad que el pueblo unido jamás será vencido, pero siempre y cuando se
entienda que será en la diversidad que se construya el gran Nosotr@s que este
país y el mundo necesita.
Por
nuestro lado, finalmente, queremos decir que desde el 1 de enero de 1994
decidimos que nuestro futuro estaba al lado de nuestr@s herman@s y compañer@s
zapatistas. Que no fuimos de los que buscaron simplemente tomarse la foto en el
momento en que los medios de comunicación, y los que siempre persiguen la moda,
acechaban a los dirigentes zapatistas, en especial al Subcomandante Insurgente
Marcos.
Y
hoy, casi 20 años después de su gran insurrección y 20 años después de que
supimos que su rebelión era también la de nosotr@s, les decimos compañer@s zapatistas:
aquí estamos, aquí seguiremos, buscando caminar con ustedes, hombro con hombro,
como parte de la Sexta. Les decimos que, efectivamente, nosotr@s también
tenemos un objetivo muy modesto: cambiar
la vida, cambiar el mundo.
Por
todo lo anterior y por muchas otras razones y sinrazones, un grupo de hombres,
mujeres, niñ@s, ancian@s, otr@s, hemos decidido organizarnos, porque hemos
entendido que la rebeldía organizada es uno de los caminos, para nosotr@s el
más importante, que sí nos llevan a donde queremos ir.
No
a construir un camino único y sin obstáculos, sino uno donde nos encontremos a
much@s otr@s y podamos trabajar junt@s sin que eso quiera decir que les digamos:
“vengan a éste, el bueno es éste”. Porque después de veinte años estamos
aprendiendo que los caminos se hacen andando, en la acción y no en debates
teóricos sin raíces prácticas.
Desde
las visiones zapatistas del mundo, de México y de la vida, buscamos generar
un marco común, un refugio habitable a
nuestra rebeldía, una casamata que sea un punto de apoyo para poder continuar
con nuestra labor del viejo topo (o mejor: de un escarabajo llamado Don Durito
de la Lacandona) que corroe los cimientos del capital.
Por
eso, nosotr@s, rebeldes e insumis@s, manifestamos nuestra voluntad de caminar
junto a l@s zapatistas y nuestro deseo de ser sus compañer@s. Les decimos que
vamos a poner todo el empeño en ello y que, efectivamente, en la larga noche
que ha sido lo que algunos llaman día, tarde que temprano “noche será el día
que será el día”.
Afuera
ya no es medianoche… ya se mira el horizonte.
México,
diciembre de 2013.
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